Se acabó la maratón de clásicos

Anoche, con el pitido del árbitro, acabó algo que ninguno de nosotros había vivido antes.
Acabó el partido, acabó la eliminatoria, acabó la Champions para uno de los equipos. Pero sobre todo acabaron 18 días de locura, de emociones, de sentimientos, de alegrías, de tristezas, de sobresaltos, de nervios, de polémicas, de declaraciones, de roces, pero sobre todo de espectáculo. El mejor espectáculo del mundo. El mejor espectáculo que solamente nos podrían brindar los dos mejores equipos del mundo. Dos equipos que más allá de todo lo que pueda haber pasado, sin duda nos hacen felices, nos hacen disfrutar y, porqué no, hasta soñar. Estos cuatro Barça-Madrid, o Madrid-Barça, como usted prefiera, han sido lo nunca visto. Y dirá alguien que, por favor, tardemos años en volver a verlo porque algunos corazones no aguantan. Pues prepárese porque la temporada que viene empiezan los dos en la Supercopa de España
En un derby no hay favoritos, no hay pronósticos. No hay cálculos ni especulaciones que valgan. Se sale a jugar, y a ganar. Cada uno con sus armas para llevarse la victoria, y la gloria por encima del rival.
Pero sobre todo se ha vivido y respirado fútbol. Y fútbol del bueno, como así quedaba refrendado anoche en el partido del Camp Nou. Un R.Madrid herido casi de muerte en la eliminatoria, se aferraba al fútbol para seguir soñando con pasar, y lo hacía lo mejor que podía, contra su máximo enemigo, quizá un poquito por encima en cuanto a automatismos de juego se refiere, pero sobre todo lo hacía olvidándose del juego trabado y subterráneo de anteriores confrontaciones.
La eliminatoria la ganó el Barça, y por supuesto que me alegro, pero por fin pudimos ver un partido lleno de fútbol por los dos equipos. Enhorabuena a los dos.
Y mi Barça, ahora a cerrar la liga cuanto antes y a por la Champions.
¡Viva el fútbol, fútbol del bueno!

Y no podría olvidarme del momento más emocionante de estos últimos días: el regreso de Abidal.
Para los que estamos conviviendo de cerca con esta enfermedad fué un momento único, inolvidable. De esos que ponen la piel de gallina (incluso ahora que escribo esto) y hacen soltar alguna lágrima.
Éric Abidal ha conseguido ganar la batalla al cáncer y con su recuperación y vuelta a los terrenos de juego, va a desmostrar a mucha gente, que esa enfermedad tiene cura. Y sobre todo, nunca hay que perder la esperanza ni dejar de luchar.
GRACIAS ABI